Esta foto fue el recuerdo de nuestro último día como pasantes de las 60 horas reglamentarias de trabajo voluntario, en el Asilo de Ancianos San Francisco de Asís en el 2001.
Aquí me encuentro con mis compañeros de clases del bachillerato, mi grupo, mi coro, mis camaradas...
De izq. a der. Leidi, magdelyn, Jhonnairis, Paola, Juan Carlos y la que tomo la fotografía, nuestra amiga Ingrid. Con ellos pase muchos buenos momentos mientras estuve en el colegio...
Recuerdo que ese día me aparecí con mi cámara, para llevarme un buen recuerdo de aquel sitio cuya experiencia puedo asegurar, te cambia la vida.
Todos los estudiantes de preparatoria, para poder graduarse, necesitaban hacer una labor social como requisito de graduación...
Como estudié en escuelas de mojas, estas nos arreglaron las pasantías en convenio junto con las monjitas que trabajan en aquel sitio trabajando con para las personas envejecientes.
Durante 3 meses más o menos, mi grupo y yo asistíamos a trabajar los fines de semana, de 8 de la mañana a 5 de la tarde.
Al principio, debo reconocer que me resultaba muy difícil, levantarme de mi cama para ir a trabajar, pues no estaba acostumbrada... Pero mas que todo, por que la vida en el asilo no era color de rosas... Aunque después le fui cogiendo la onda al asunto...
Les aseguro que lo que más me costó trabajo acostumbrarme durante mis días allí, fue sin lugar a dudas, el olor que se desprende en el ambiente de todo el asilo.
Era un olor nauseabundo literalmente, una mezcla entre olor a ancianos, comida de hospital, orine y tabaco...
Me dieron ganas de vomitar, sobre todo en algunas áreas, más que otras...
Por otro lado, nuestras tareas fueron repartidas por las monjitas... Dentro de las cosas en las que solíamos ayudar estaban:
Arreglar camas, barrer los patios interiores, ayudar a dar la comida en la boca a los ancianos, fregar cientos de trastes, cortarles las uñas de los pies, ayudar a mover los que estaban en silla de ruedas regularmente a la capilla, arreglar camas y asistir en cualquier cosa que se les ofreciera los envejecientes, entre otras...
El primer día que llegamos, nos llevaron a conocer al pabellón de los hombres y de inmediato nos asignaron nuestra primer tarea...
La monja nos llevó hasta el dormitorio de los hombres y nos señaló todas las camas que debíamos arreglar... Unas 20 camas pequeñas o más...
Mientras ella nos explicaba nuestro deber, una enfermera se llevaba las sábanas sucias de orine o de caca... (no quieran imaginarse el vaho a rayos que había en esa habitación) en un carrito y luego nos dejó sobre las camas, las sábanas limpias...
Mis compañeros y yo nos miramos unos a otros cuando la monja se fue y nos propusimos arreglar todas esas camas en tiempo récord, pues no pensábamos aguantar mucho tiempo ese olor desagradable y desde que terminamos fuimos a llamar a la monja para que nos asignara la siguiente tarea...
Pero esta al ver, que habíamos acabado tan rápido, ésta con toda su calma nos dijo:
-Mis hijos, pero no es verdad que ustedes arreglaron todas esas camas en menos de 10 minutos...?? Entonces, ella se devolvió con nosotros al dormitorio...
Luego de revisarlas nos regañó diciendo:
-Eso no es arreglar una cama!
-Miren todas esas arrugas en las sábanas...
-Yo les aseguro que ustedes no arreglan así las camas suyas...
-Y miren esas almohadas hundidas...
-Tienen que sacudirlas para que sean más comodas...
-Y mira las esquina de las sabanas!, no deben arrastrarse en el piso...
La cosa es, que la monjita nos dió un curso de como arreglar una cama, que a decir verdad, siendo así como ella nos enseñó, entonces yo no tenía la más mínima idea de como arreglar una cama correctamente.
Una vez nos explicaron como debíamos hacer las camas correctamente, entonces tuvimos que hacer lo mismo con cada una de las camas, cosa que nos tomó alrededor de 40 minutos soportando el mal olor... Una grata bienvenida en nuestro primer trabajo. Aunque yo siempre me pregunté, por qué la monja no nos instruyó desde un principio de como debíamos hacer las camas... En lugar de esperar a que las hicieramos todas para regañarnos...
Esa fue tan solo una de las tantas experiencias que pasamos en aquel lugar... La verdad es que aprendí muchisimo más...
El amor a los envejecientes, la soledad de aquellos que no tienen a nadie que los visite, el abandono, la solidaridad, la dedicación de aquellos que brindan su ayuda humanitaria, la risa y también la tristesa reflejada en los acianos me ayudaron a apreciar mas la vida de una manera distinta... Por decir unos cuantas de las cosas que preservaré en mi mente por siempre de aquel lugar...
Mana, pero que era lo que buscabas en el suelo?
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