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19 de julio de 2006

LLuvia improvisada

Me agradan las mañanas de lluvia, Pero cuando no llueve sobre mi cabeza.

Ahora, esta lluvia me sorprende sin paraguas, en medio de la calle, con la certeza de haber perdido otra vez “la bola”.
No puedo creer, que no me esperara cinco minutos más. Segunda vez que me pasa, ya no más. ¿A quien culpo? Es más fácil culpar a otro, que admitir que me levante mas tarde de lo correspondido…


Ahora, debajo de una casa en construcción busco refugio de esta lluvia improvisada. Miro los autos apresurados por llegar a sus trabajos. Con una mirada absorta los transeúntes detienen la mirada en mí, como si se detuvieran de sus pensamientos para leer los míos… Una chica sola, frente a una casa abandonada, con su cuaderno en la mano y el tiempo encima… Pobrecita…! – Pensarán.


Mi humor se torna cada vez mas amargo. La lluvia se torna más tenue; es hora de partir, esta vez sin prisa, cubriendo mi cabeza de las pequeñas gotas con mi cuaderno, rumbo a la siguiente parada de autobús, que juro por Dios, no quisiera tomar.

Ahora, enojada, persisto en pensar que... Podría haberme quedado más tiempo dentro de las sabanas… Sin prisas, con el vientre lleno y el corazón contento.

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