Ayer suena el teléfono a las 5:30 de la mañana…
Me desperté de un brinco casi atolondrada… Oh! Es solo el teléfono… seguro que es el sistema despertador, que fastidio. –Pensé.
Ring! Ring! Ring!...
No puede ser otra vez, tiene que ser alguien, me dije, mientras tiraba un brazo a fuera de la cama en una tentativa de alcanzar el teléfono…
M: Aló?
M: Si…Magy, ponme a tu mama…
M: Hay!! Doña Telma discúlpeme, es que pensé que era el despertador…
Mami… ¿Sucede algo que te están llamando tan temprano? Ah no… no es nada, es Telma que quiere que la acompañe a la iglesia. Ah bueno, le respondí mientras volvía la cara apretando la almohada contra mí para continuar mi sueño…
20 minutos después…
¡Hosanna! ¡Hosanna!... Bendito es el que viene en nombre del señor! Con todos sus santos cantamos para ti… ¡Hosanna!.... […]
Y ahora que sucede allá afuera? Me pregunte.... Envuelta en sabanas mientras me asomaba a mi ventana…
Una multitud de gente cantando, alabando, caminando en procesión con ramos de palmeras en la mano… Y cada vez, se sumaban más y más personas…
Mientras veía la gente pasar frente a mi casa, me quede algo pensativa, ausente, desconectada completamente, pensé muchas cosas… De cómo unen a los pueblos las tradiciones, de la fuerza, la esperanza, de lo que la fe que es capaz de hacer…
Y al ver toda esa gente madrugando y con un gran animo…
Sentí como si me estuvieran llamando…
Ven y sígueme, me decía una voz en mi cabeza…
Y me dieron ganas de ir en busca de Jesús también…
Pero cuando reaccioné a mis cabales pensamientos, ya la procesión iba lejos de mi casa…
Solo unas ancianitas agarradas de mano, quienes intentaban dar el paso apresurado para alcanzar la multitud, quedaron atrás…
Como para terminar de escarmentarme, de convencerme, de avergonzarme de mi pesadez.
Era Domingo de Ramos…
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